martes, 21 de enero de 2014

Las Selvas de Uskan. Descenso a Gradzvayr IV


Continuamos nuestra búsqueda del viajero, dejamos atrás la vieja caverna del Troll en Terasdur, aquella que daba acceso a la atalaya. A nuestros pies el enorme glaciar del Lobo Blanco, apareció ante nosotros con todo su esplendor.  Descendimos por el glaciar, ibamos dejando las grietas en el hielo a nuestra izquierda y derecha, y al fin visualizamos la morrena. El glaciar terminaba en una pared de roca vertical, este se arrugaba en una sucia escombrera que mezclaba la roca y el hielo. Bajo nuestros pies, se escuchaba el rumor de un gran torrente de agua.

Llegamos a una zona cuyo piso era una superficie de hielo, bajo la cual parecía haber un hueco, y el ruido del agua era mayor. estudiamos escalar la roca pero parecía imposible, solo no quedaba una solución, si queríamos seguir el curso del río, debíamos romper la placa de hielo y descender. Rompimos un trozo de tres metros de longitud en el borde, y vimos como debajo del glaciar, un potente río se adentraba en una grieta de grandes proporciones en la montaña. había unos 7m de caída. Domakin empezó a preparar las cuerdas para bajar, tras la placa había un penacho alargado y liso de hielo de un par de metros de altura, con dos pequeñas protuberancias. Era el sitio perfecto para instalar la cuerda, hizo un nudo para que al bajar con la cuerda doble al tirar desde abajo, poder recuperarla. Ëlara intentó golpear una de las protuberancias con su cimitarra cuando de repente, esta se abrió, y lo que era blanco hielo eran las alas de un joven dragón de blancas escamas. Un poderoso grito hizo temblar a todos de pavor, y un helado aliento proveniente de sus fauces debilitó a William.


Tras varios ataques fallidos por nuestra parte, Ëlara decidió con una pirueta situarse en la espalda del dragón y atacar su cuello y espalda con sus negras cimitarras, Ilda atacaba con su lanza, Domakin con ballesta. Cuando el joven dragón cayó sobre el hielo, un desgarrador grito hizo que una descomunal forma blanca se separase de la montaña, y la sombra de unas alas pasó  sobre nosotros. Sin pensar demasiado nos precipitamos por la oquedad que daba paso al torrente subterraneo.


Un río producido por el deshielo en lo mas profundo del glaciar se introducía por un grieta en la montaña, magullados por la caída, nos adentramos siguiendo el curso del río. Tras algún que otro gélido chapuzón descendimos por una pequeña catarata en el interior de la montaña, escalamos paredes y seguimos el curso del agua hacia un callejón sin salida. La solución para salir de la gruta era por un antiguo cauce seco, de un viejo curso del río.



Al salir a la superficie, lo primero que nos desconcertó fue el calor de la proximidad de las selvas de Uskan, los mosquitos y la tupida vegetación. Todavía estábamos en las montañas, en un estrecho valle. nos quitamos los abrigos y pieles, y continuamos siguiendo el río. Las montañas terminaban de forma brusca, y aquí estaba la primera pista, una catarata de unos 90m, desde esa altura divisamos también un pequeño poblado con humo. Nos percatamos de un angosto camino que pegado a la pared de piedra bajaba junto a la catarata, intentamos usar todo el sigilo que nos fue posible. Al llegar abajo avanzamos por manglares muy lentamente, y decidimos fabricar una balsa, pues la única forma de avanzar con cierta velocidad era siguiendo el cauce fluvial desde dentro. Empezamos a talar arboles y palmeras, y se nos acercaron algunas criaturas (pequeños saurios) curiosas, a las que Elara alimentó.


Empezamos a sudar con la humedad mientras construíamos el bote, cuando de repente una mano nos aferró por los hombros y nos hizo una seña para que nos calláramos. Era un humano de piel oscura, bajito de complexión fuerte y fibrosa. Nos dijo que hacíamos mucho ruido y que una patrulla de "yahis" se acercaba a nosotros. Al parecer los yahis eran hombres-serpiente, y tenían un asentamiento cerca (el poblado que vimos desde el acantilado). Nos indico que nos apartáramos que los iba a despistar. Se alejó, y nos escondimos tras unas rocas. Los yahis empezaron a registrar los troncos que habíamos cortado, y se alejaron con rapidez al oír los ruidos que producía nuestro nuevo aliado. Dos se quedaron cerca de nosotros, cuando volvió el salvaje, sacó una larga cerbatana, disparó a ambos hombres-serpiente y nos indico con una mirada que nos lanzásemos al ataque!, estos se habían ralentizado con el veneno del dardo, y acabamos con ellos fácilmente. Le acompañamos a por otro par de cadáveres, y a conseguir otra canoa yahi. Liquidamos a 4 y conseguimos piel de serpiente para todos. Ahora disfrazados, debíamos avanzar por el río, disfrazados y sin llamar la atención, amparados en las sombras de la tarde, y remar por el río próximos al poblado yahi. Suponemos que la proxima catarata no andará demasiado lejos, y junto a ella, un lago donde se encuentra el templo donde un pueblo rinde culto al Viajero.




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